a ruido inesperado y atronador,
a noches de mil colores,
a fiesta,
a música popular,
a pasacalles,
a multitudes,
a explosión de colores,
de brocados y flores...
Pero no me sumergiré en él ni me lo beberé. Observaré inmutable el mes de marzo desde mi atalaya, puestos los ojos en la calidez de abril.
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