En la subida a S. Joan sobraron gentes y voces vacuas. Los senderos y los peregrinos, envueltos en niebla, demandaban, a gritos, un silencio sonoro de montes, de toques espaciados de campanas, de cantos ancestrales, de relinchos de caballo y de lluvia.
En la bajada a Les Useres, al día siguiente, desaparece el tiempo y este siglo. Discurres por edad incierta y reconoces a través de los trece peregrinos y sus rituales un sentido profundo y distinto de entender la vida.
En esas horas no existe nada más que el camino y el contacto visual con trece episodios de tu vida y trece peticiones tuyas recortándose contra el cielo, arriba en las lomas.
Al dejarles, cuando está cayendo la noche, vuelas al pueblo con garra y fuerza, con tesón y valor, dolorida, y agotada, agradecida, despojada, emocionada... porque has conseguido equilibrar la dureza del camino y la fuerza interior que marca tus pasos.
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