La "Corona de Palacio" flota a lo lejos, irreal y vaporosa entre el cielo y la tierra. Detrás, el Yamuna le sirve de límite y horizonte eterno. La mágica sensación me envuelve incluso antes de traspasar la Darwaza y sus versos del Corán, como si aquella tumba de Mumtaz fuese la verdadera entrada al paraíso.