viernes, 28 de septiembre de 2012

Compared


I compared him with his guests. What was the gallant grace of the Lynns, the languid elegance of Lord Ingram,--even the military distinction of Colonel Dent, contrasted with his look of native pith and genuine power? I had no sympathy in their appearance, their expression: yet I could imagine that most observers would call them attractive, handsome, imposing; while they would pronounce Mr. Rochester at once harsh-featured and melancholy-looking. I saw them smile, laugh--it was nothing; the light of the candles had as much soul in it as their smile; the tinkle of the bell as much significance as their laugh. I saw Mr. Rochester smile:- his stern features softened; his eye grew both brilliant and gentle, its ray both searching and sweet. He was talking, at the moment, to Louisa and Amy Eshton. I wondered to see them receive with calm that look which seemed to me so penetrating: I expected their eyes to fall, their colour to rise under it; yet I was glad when I found they were in no sense moved. "He is not to them what he is to me," I thought: "he is not of their kind. I believe he is of mine;--I am sure he is--I feel akin to him--I understand the language of his countenance and movements: though rank and wealth sever us widely, I have something in my brain and heart, in my blood and nerves, that assimilates me mentally to him. Did I say, a few days since, that I had nothing to do with him but to receive my salary at his hands? Did I forbid myself to think of him in any other light than as a paymaster? Blasphemy against nature! Every good, true, vigorous feeling I have gathers impulsively round him. I know I must conceal my sentiments: I must smother hope; I must remember that he cannot care much for me. For when I say that I am of his kind, I do not mean that I have his force to influence, and his spell to attract; I mean only that I have certain tastes and feelings in common with him. I must, then, repeat continually that we are for ever sundered:- and yet, while I breathe and think, I must love him."

Chapter XVII. Jane Eyre
Charlotte Brontë


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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Drifters

 
 
 
 

Moon River, wider than a mile,
I'm crossing you in style some day.
Oh, dream maker, you heart breaker,
wherever you're going I'm going your way.

Two drifters off to see the world.
There's such a lot of world to see.
We're after the same rainbow's end--
waiting 'round the bend,
my huckleberry friend,
Moon River and me.
 


 
 
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lunes, 24 de septiembre de 2012

Canción de la muerte

 
Débil mortal no te asuste
mi oscuridad ni mi nombre;
en mi seno encuentra el hombre
un término a su pesar.
Yo, compasiva, te ofrezco
lejos del mundo un asilo,
donde a mi sombra tranquilo
para siempre duerma en paz.

Isla yo soy del reposo
en medio el mar de la vida,
y el marinero allí olvida
la tormenta que pasó;
allí convidan al sueño
aguas puras sin murmullo,
allí se duerme al arrullo
de una brisa sin rumor.

Soy melancólico sauce
que su ramaje doliente
inclina sobre la frente
que arrugara el padecer,
y aduerme al hombre, y sus sienes
con fresco jugo rocía
mientras el ala sombría
bate el olvido sobre él.

Soy la virgen misteriosa
de los últimos amores,
y ofrezco un lecho de flores,
sin espina ni dolor,
y amante doy mi cariño
sin vanidad ni falsía;
no doy placer ni alegría,
más es eterno mi amor.

En mi la ciencia enmudece,
en mi concluye la duda
y árida, clara, desnuda,
enseño yo la verdad;
y de la vida y la muerte
al sabio muestro el arcano
cuando al fin abre mi mano
la puerta a la eternidad.

Ven y tu ardiente cabeza
entre mis manos reposa;
tu sueño, madre amorosa;
eterno regalaré;
ven y yace para siempre
en blanca cama mullida,
donde el silencio convida
al reposo y al no ser.

Deja que inquieten al hombre
que loco al mundo se lanza;
mentiras de la esperanza,
recuerdos del bien que huyó;
mentiras son sus amores,
mentiras son sus victorias,
y son mentiras sus glorias,
y mentira su ilusión.

Cierre mi mano piadosa
tus ojos al blanco sueño,
y empape suave beleño
tus lágrimas de dolor.
Yo calmaré tu quebranto
y tus dolientes gemidos,
apagando los latidos
de tu herido corazón.

Canción de la muerte. Espronceda.


 


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sábado, 22 de septiembre de 2012

Cuando calienta el sol


Hoy digo adiós al verano con esa laxitud que provoca el tiempo de estío, como si aún quedasen largos días hasta la llegada del otoño. Tumbada en la arena me llega una música, una letra, que guarda una década  cubierta de juegos y olores, anclados ¡tan vivos! a mi corazón infantil.

Si cierro los ojos aparece ante mí nuestra casa familiar, encalada y luciente "La Boveta", en medio de los viñedos que se volcaban al mar.
Escucho la voz armoniosa de mi madre y su peculiar forma de cambiar la letra de esta canción: "Cuando calienta el sol aquí en la playa, sólo me faltas tú...", y que a mí, aún hoy, tanto me gusta entonar, cuando percibo en la piel la llegada de esta estación tan luminosa. La voy siguiendo por aquel caminito de tierra que nos llevaba hasta la arena de la playa por las mañanas,  entre mis hermanos y mis primos que andaban  correteando, siempre con travesuras.
La llegada de mi padre y mis abuelos, los sábados en el seat 600, suponía cada semana un cambio, una fiesta.
¡Qué bien sabía la caballa, igual de gustosa que la sal y  el mar en la piel! O los granos,  casi transparentes, de la uva moscatel deshaciéndose en la boca con el dulzor de un caramelo mientras llegábamos hasta el borde mismo del agua.
A la derecha de  "la Boveta" estaba la imponente higuera que, con su sombra, nos preservaba del riguroso calor de julio y disponía nuestra vida diurna fuera de la casa.
¡Qué hermoso el riu-rau y su cañizo o el pozo blanco junto al lentisco!
Observo mis sandalias blancas caminando por el dificultoso empedrado en el interior de la oscura casona y gozo de los perezosos despertares en la parte alta, donde dormíamos apiñados, mientras la luz  se filtraba entre las ranuras de los ventanucos y nos llegaban, de abajo,  los sonidos de las mujeres de la casa poniendo a punto el día para nosotros.

Hoy, el sol sigue calentando mi cuerpo a orilla de la playa con esa misma placidez que en los años 60, imborrable en la memoria, tatuado en la piel. 

Esta es la banda sonora de los veranos de mi infancia en Denia.
 
 




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