miércoles, 30 de enero de 2013

Aurtxo polita seaskan dago

 
 


 
Aurtxo polita seaskan dago
Zapitzuritan txit bero.
Amonak dio
¡Ene! Potxolo
¡Aren! Egin ba, lo, lo.
Txakur aundia etorriko da,
Zuk ez badezu egiten lo!
Orregatik ba
¡Ene! Potxolo
Egin aguro lo, lo.
 
 
*
 

*
 
Niño bonito en la cuna
muy calentito, entre sábanas blancas
    La abuela dice:
   ¡Ay, niño bonito!
   tranquilo duerme,

   duerme, duerme.
   El perro grande vendrá
         si tu no te duermes
      Por eso, ¡niño hermoso!
    pronto duerme,
      duérmete, duérmete.
 
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Gabriel Olaizola


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Llegará en otoño cuando caen las hojas y se recogen los frutos. Un niño, ¡Un niño nuevo!


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domingo, 27 de enero de 2013

Escritura

 
Tras los diez días durante los cuales estuvo corrigiendo "La crisálida de aire", Tengo dio por acabada la versión de la nueva obra y se la entregó a Komatsu, luego disfrutó de una temporada apacible como una bonanza. Dos veces por semana daba clases en la academia y quedaba con su novia. El resto del tiempo lo dedicaba a realizar las tareas domésticas, dando paseos o escribiendo su propia novela. Así pasó abril. Los cerezos se deshojaron, asomaron nuevos brotes, los magnolios florecieron y la estación dio paso a una nueva etapa. Los días transcurrían en orden, con normalidad, como si nada. Aquélla era, precisamente, la vida que Tengo deseaba: en la que una semana enlazaba con la siguiente de manera automática, sin interrupciones.   


No obstante, se podía observar un cambio. Un cambio para mejor. Mientras escribía, Tengo se dio cuenta de que una nueva fuente había nacido en su interior. El agua no manaba precisamente a borbotones; era más bien un modesto manantial entre rocas. Pero aunque la cantidad fuese pequeña, el agua parecía brotar sin cesar.
No había prisa. No había que precipitarse. Bastaba con esperar pacientemente a que el agua se acumulara en las cavidades de la roca. Una vez acumulada, se podría coger con las manos. El resto sólo era sentarse frente al escritorio y verter lo tomado en forma de texto. Así era como había progresado la historia, de manera espontánea.
 "1Q84"  Haruki Murakami 
 
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