Cuenta la leyenda que los Reyes Magos, cargados de presentes para “el niño Dios” y con grandes deseos de conocerle y adorarle, erraron el camino que llevaba a Belén.
Perdidos y sin saber dónde dirigirse, se acercaron a una casa que se encontraba a la vera del camino. Les abrió la puerta una viejecita, a la que preguntaron en qué dirección se encontraba la aldea de Belén. Esta, en tono impaciente, les respondió que no lo sabía. A pesar de ello, los tres reyes, muy amablemente, la invitaron a acompañarles. Pero la anciana un tanto indolente, se excusó con que tenía trabajo y muchos quehaceres domésticos.
Perdidos y sin saber dónde dirigirse, se acercaron a una casa que se encontraba a la vera del camino. Les abrió la puerta una viejecita, a la que preguntaron en qué dirección se encontraba la aldea de Belén. Esta, en tono impaciente, les respondió que no lo sabía. A pesar de ello, los tres reyes, muy amablemente, la invitaron a acompañarles. Pero la anciana un tanto indolente, se excusó con que tenía trabajo y muchos quehaceres domésticos.
Y Melchor, Gaspar y Baltasar prosiguieron su camino.
La mujer, arrepintiéndose de cómo había tratado a tan insignes personajes, tomó una cesta, la llenó de dulces y caramelos y salió de su casa en busca de los Magos; mas no los encontró.
Preguntando casa por casa por el “niño de Dios”, fue dejando los dulces en los hogares dónde habitaban niños.
Jamás conoció al Mesías.
¡Cuidado en esta noche mágica! Cientos de conjuros pueblan los aires, millones de corazones se dormirán arrullados en polvo de estrellas y…las brujas… sobrevuelan bajo. Aradia
Posdata: No me busques esta noche. Tengo trabajo.
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