domingo, 30 de noviembre de 2008

El guardián

En la adolescencia...nadie me puso este libro entre las manos y a nadie oí hablar de él.
Dos días imbuida del espíritu de
Holden Caulfield , veo que me va a salvar ciertamente su cortedad. No me extraña la aparente fijación de personajes reales y ficticios por “El guardián entre el centeno”. Como no mantengas una lucidez inmediata, te arrastra y te atrapa, como un torbellino, a danzar una malévola danza y entrar en espirales largo tiempo dejadas atrás. Me sorprende su victimismo acerbado y las descalificaciones hacia el resto de personajes que, habitan el mundo de este personaje de Salinger, por otra parte, característica innata de las fluctuaciones adolescentes.
Cruda, pesimista, real y a veces divertidamente sarcástica, como la vida misma.
Se me resuelven algunas preguntas y encuentro el pasaje por el que, ciertamente, me veo atada en este momento a la novela:

-...estaba pensando en otra cosa. En una cosa absurda.
- ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir?
- ¿Qué?
– Te acuerdas de esa canción que dice, “Si un cuerpo coge a otro cuerpo, cuando van entre el centeno…”? Me gustaría…
-Es "Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo, cuando van entre el centeno..."- dijo Phoebe- Y es un poema. Un poema de Robert Burns…Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuánto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de dónde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

¡Cuántas inquietudes e interrogantes ante mi quehacer diario!



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