martes, 31 de agosto de 2010

El Fraile

No concibo mejor forma de concluir mi  período vacacional que dejándome discurrir igual que hacen las aguas limpias y esmeralda por el lecho del Fraile.

Nos adentramos en el álveo de este afluente del Xúquer, dispuestos a pasar el día en sus aguas.
 No ha sido un día especialmente caluroso y entramos en el río con nubes y algún claro. Sin embargo, cuando ha asomado tímidamente el sol ya no he tenido ninguna duda y he lanzado mi cuerpo al agua en cada poza que tuviese un mínimo de profundidad.

El río Fraile es perfecto para andar por su cauce, cómodo y flexible, ofrece varias opciones de ruta sin que en ningún momento  presente dificultad tal que tengas que abandonarlo definitivamente.
Sales para recuperar temperatura corporal, eso es todo. Y aunque puedes volver por senda, lo ideal es hacer el camino de retorno por el interior del barranco.
El río obliga a recorrerlo concentrado, a buscar, a optar, a elegir. Me ha recordado mi concentración por la vorágine circulatoria en las ciudades de India por comparación.

Pero el canto de hoy es otro y me muestro agradecida. Un canto fluvial como final de estío, no veo mejor manera de concluir estos dos meses ni de iniciar con arrestos un largo curso escolar. El río, en su sabiduría, me  muestra la forma de vadear pedruscos y peñas y, agotada, no tengo ánimo de ofrecer ninguna resistencia física o mental a mañana.

Discurro como las aguas del Fraile.


Así pues, cierro los ojos y el 1 de septiembre viene teñido del mejor color posible,  en verde esmeralda.  






***