¡La voz de mi amado! Helo aquí que ya viene,
saltando por los montes, brincando por los collados.
Semejante es mi amado a una gacela, o un joven cervatillo.
Vedle ya que se para detrás de nuestra cerca,
mira por las ventanas, atisba por las rejas.
Empieza a hablar mi amado, y me dice:
"Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente.
Porque, mira, ha pasado ya el invierno,
han cesado las lluvias y se han ido.
Aparecen las flores en la tierra,
el tiempo de las canciones es llegado,
se oye el arrullo de la tórtola en nuestra tierra.
Echa la higuera sus yemas,
y las viñas en cierne exhalan su fragancia.
¡Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente!
Paloma mía, en las grietas de la roca,
en escarpados escondrijos, muéstrame tu semblante,
déjame oír tu voz; porque tu voz es dulce, y gracioso tu semblante."
Cazadnos las raposas, las pequeñas raposas
que devastan las viñas,
pues nuestras viñas están en flor.
Mi amado es para mí, y yo soy para mi amado:
él pastorea entre los lirios.
Antes que sople la brisa del día y se huyan las sombras,
retorna, sé semejante, amado mío, a una gacela
o a un joven cervatillo por los montes de Béter.
Cantar 2, 8
Del "Cantar de los Cantares de Salomón"
¡Quién pudiera ser la sulamita de este bellísimo poema!