lunes, 28 de junio de 2010

El chelo

        De niña el piano era mi instrumento favorito- dijo, en voz baja para no perturbar la música. Tenía los ojos cerrados. Ahora-prosiguió- ahora adoro el sonido grave del chelo. En cierta manera, es el que más se parece a la vida: triste, dulce y perdido. Solo. Siempre pienso que si el corazón pudiera cantar, sonaría como un chelo.
                                           "El cielo de Bombay" Thrity Umrigar



Mstislav Rostropóvich: violonchelo

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     Por la estepa manchega, rompiendo el horizonte,  se acerca con su enhiesta y desgarbada figura a lomos de Rocinante y  en charla animosa con su escudero Sancho. Le he oído batallar entre molinos, ovejas, clérigos y con el Caballero de la Media Luna. Le  veo volver a casa roto, lúcido y viejo, donde la paciente muerte le espera para acogerle en sus brazos.
D. Quijote.

Un crítico contemporáneo  escribió que, con esta obra, Strauss había llegado más allá que todos sus contemporáneos: "en el arte de permitir al oyente ver a través del oído".
Así ocurrió ayer noche bajo la batuta de Mehta.
Eso fue, exactamente, lo que sucedió.


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