domingo, 6 de junio de 2010

Kanyakumari

En Kanyakumari se juntaban los tres mares. El Golfo de Bengala, el Océano Indico y el Mar Arábigo. Un tranquilo océano masculino flanqueado por dos revoltosos mares femeninos. Akhila había oído contar que en Kanyakumari, que entonces se llamaba Cabo Comorín, el decidido y valeroso Narendra se lanzó a las peligrosas aguas y a las sales de los tres mares y nadó hasta una roca, en la que se sentó resuelto a encontrar las respuestas que se le habían resistido toda la vida. Al dejar la roca se había convertido en Vivekananda, el que ha encontrado el gozo de la sabiduría. El santo que enseñó al mundo a levantarse, a despertar y no rendirse hasta haber conseguido sus objetivos.

Había leído que Kanyakumari  recibió su nombre de la diosa que, como ella, puso su vida en suspenso, condenándose a una espera eterna, y que la playa estaba hecha con arenas multicolores; los restos fosilizados de un banquete de bodas que nunca se sirvió ni se comió.
 Akhila tumbada en la cama con la mirada fija en la ventana, decidió que se iba. Esa misma noche.

"El vagón de las mujeres". Anita Nair

Yo también me voy, pero no esta noche.
 Allí veré ponerse el sol.


 
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